SALIR DE VENEZUELA

 

Escuché muchas veces posiciones encontradas, unos decían: ¡quédate, no huyas, lucha por la recuperación de tu país!; otros: ¡Vete, busca nuevas oportunidades, construye en otro lugar y desde allá, ayuda a los tuyos que aquí se quedan…! Ambas posiciones eran ciertas.

En mi caso particular tomé la decisión de emigrar, solos, mi hijo de 16 años (para ese entonces) y yo. En mi amada Venezuela había llegado el momento en el que tenías dinero y no había nada que comprar con él, en el que necesitabas un medicamento y no lo conseguías. Llevar un pan a la casa se había convertido en una odisea diaria, comprar un rollo de papel luego de una larga cola de hasta 5 horas, empezaba a significar para mi la pérdida de la dignidad… Las guarimbas se hacían cada vez más fuertes, estábamos en el Estado Táchira y dicho territorio en ese momento había sido cercado, pues los gochos estaban levantados en contra del régimen, nos habían quitado la luz y el agua y ya había muerto a causa de perdigones un vecino, con una condición especial, que estaba cerca del lugar de la guarimba. Con toda la tristeza que representaba dejar a tu familia, lo construido en tu vida por 40 años y el temor a lo desconocido, a no saber qué iba a pasar con esa decisión, a llegar a un lugar sin conocer a nadie, sin un documento legal diferente al pasaporte que sólo nos permitía estar como turistas, agarré a mi muchacho y me fui.

El lugar más cercano, Colombia. Atravesar la frontera nos dejaba ver el grado de descomposición que empezaba a sentirse en Venezuela, le quitaron a mi papá, quien nos llevaría hasta Cúcuta, la mitad del tanque de gasolina para dejarnos pasar. Sellar el pasaporte en medio de un mar de gente que buscaba, al igual que nosotros, escapar del horror que se empezaba a vivir me llenaba de un gran sentimiento de impotencia, me dolía en lo más profundo. Llegamos a la ciudad de Barranquilla a la casa de una muchacha que contactó mi mejor amigo en Venezuela, la promesa era llegar y arrendar, a través de ella, una casa que ya estaba palabreada. La primera noticia que nos dio al llegar fue que la casa había sido arrendada dos días atrás y que podríamos estar una semana con ella hasta que regresara su mamá, soy un hombre de retos, soy un hombre que nunca pierde la esperanza, soy un hombre de fe. La estadía en esa casa se prolongó por un mes, mi hijo y yo buscábamos a diario un lugar donde poder vivir y luego de ese mes encontramos una pequeña casa en un barrio estrato 1, con dos habitaciones sin puerta y un baño de 2 x 2 sin puerta y sin lavamanos, para poderlo arrendar nos quitaron 3 meses adelantados y eso me dejó casi sin dinero para nada más, no conseguíamos trabajo, algunas veces nuestra única comida era un sancocho al medio día de 3.500 pesos y afortunadamente el lugar en el que estábamos tenía muchas matas de mango cargadas, su fruto nuestra dieta.

Dos colchonetas, unas cajas con recuerdos, una mini laptop y dos celulares blackberry con whatsapp venezolano gratuito nos permitía enfrentar el reto diario, empapelé Barranquilla con mi hoja de vida, nunca me llamaron. Entre tanto buscar encontré por internet una empresa de Caldas que buscaba mano de obra barata colombiana, para transcribir a algunos call center europeos, la paga no era buena, a veces la transcripción consumía 10 horas diarias y el pago por cada transcripción hecha era de 15.000 pesos que me enviaban a final de mes gracias a que el dueño de la empresa había entendido mi situación y me permitía hacer un retiro por Daviplata con sus datos; aparte, la única forma de transcribir era sentado en la colchoneta con la mini laptop. El día acababa con hambre, dolor de espalda, agotamiento visual, miedo, añoranza por tu casa y por los tuyos y una gran tristeza por no poder brindar a mi muchacho, quien es mi motivación, ni siquiera una comida que le pudiera satisfacer. ¿Habíamos salido de Venezuela? Si, ¿estábamos mejor aún sin tener nada? Si, pues en mi corazón ya no sentía el terror de la inseguridad, había cambiado la imagen de mi muchacho muerto a causa de un perdigonazo por la imagen de mi muchacho hambriento y eso era algo que yo podía solucionar.

Barranquilla estuvo llena de retos, llena de melancolía, muchas veces ese primer lugar al que llegas le toca la peor parte y sólo mucho tiempo después puedes ver que en él también hay razones para agradecer. Quería salir de allá, buscaba y buscaba la manera de irnos de Barranquilla. En el recorrido hice buenos amigos y gracias a una de ellas logramos mudarnos a Bogotá. En el viaje no pudimos llevarnos las colchonetas y llegamos a Bogotá a un espacio para arrendar, palabreado por esta amiga y sólo con los primeros 15 días del alquiler para dormir en el piso, con ese frío y en el piso. Nos regalaron un colchón.

Empapelé también Bogotá con mi hoja de vida, nunca me llamaron, afortunadamente mi hijo consiguió su primer trabajo en una tienda de ropa, yo seguía con mis 10 horas de transcripción por los mismos 15.000 pesos, me habían regalado una bicicleta con la que hacía más lejana mi búsqueda de empleo. Una tarde me enteré por una amiga de que iban a inaugurar un restaurante cerca de su casa, que necesitaban a un chico que les hiciera de domiciliario, que había hablado con la dueña para que mi hijo con mi bicicleta tomara el empleo, la paga eran 20.000 pesos diarios por 4 horas de trabajo. Mi hijo ya estaba trabajando y yo comparaba esa paga con la mía y pensaba que no podía dejar pasar esa oportunidad, así es que una noche, a eso de las 8, me vestí con mono y pasamontaña, me monté en la bicicleta, me acerqué al lugar que estaba cerrado y terminando lo último de su remodelación antes de arrancar y al llegar desde lejos grité:

-          Señora Carmen buenas noches ¿Cómo está? Vengo de parte de Margarita

-          Ah! Tú eres el pelado de los domicilios?

-          Si. (mentí)

-          Bueno, vente el sábado que arrancamos a las 8 am

El sábado llegue puntual, la señora habrá notado que no era un pelado, pero estaba afuera en la bicicleta esperando a que saliera algún domicilio, no había ninguno. En mi mente pensaba que si no llegaban clientes perdería esa oportunidad, por lo que entré y le dije:

-          Señora Carmen, ustedes hicieron volantes para este restaurante?

-          Si, aquí están

-          Le parece que pueda repartir algunos a ver si logro que entre algún cliente?

-          Esta bien.

Salí a repartir los volantes justo al frente y empecé a meterle los clientes al local, serví de mesonero, cuando estaban adentro les cobraba, y cuando no había nadie salía a buscar más, total que terminé haciendo todo en ese restaurante, menos cocinar. Cuando la señora Carmen se enteró de mi edad no le importó, al contrario me ofreció quedarme con ella todo el día por 30.000 pesos, había cambiado 10 horas de 15.000 pesos por 10 horas de 30.000. Pero más que eso, me había demostrado a mí mismo que si te empeñas las cosas suceden.

Bogotá me dio la oportunidad de aprender a agradecer, entendí que necesitaba cambiar mi perspectiva de dolor y rabia por una de agradecimiento, a la gente, al país que nos acogía, entendí que la tristeza no se iría pero que desde mi llegada habíamos empezado a ser personas diferentes, un poco de allá, un poco de acá y que a menos que lo aceptáramos y asumiéramos el cambio, podríamos aprovechar las oportunidades que se nos brindaban.

Crecía el grupo de amigos colombianos, de Bogotá salió la oportunidad de mudarnos a Medellín, estaban necesitando en una Clínica a una persona que les hiciera un trabajo con indicadores que no muchos estaban dispuestos a hacer, 12 horas de trabajo, 1.000.000 de pesos. Lo que para muchos era poco a mi se me hacía una gran oportunidad, mucho más por aún estar irregular y no conseguir ningún trabajo estable, más acorde a mis capacidades, aparte del que tenía en el restaurante. Lo acepté, Medellín estuvo también lleno de retos, pero empezábamos a lograr estabilidad, vivíamos en un lugar bonito, teníamos camas, nevera, lavadora, sólo no me alcanzaba para sillas o muebles y seguíamos en el piso. Esa carencia nos trajo otra oportunidad y logré empezar un emprendimiento para hacer muebles tipo puff, hermosos, ergonómicos, livianos, de muy buena calidad y a un muy buen precio… Llegó el PEP y con él la razón de mejorar mi situación laboral, de poder exigir el derecho a ser bien remunerado gracias a ese documento. La clínica se negó a dármelo y me marché. Le metí el pecho al emprendimiento, ya tenía un grupo de ventas por Facebook en el que hoy en día somos 22000 personas del área metropolitana de Medellín y entramos al ecosistema de emprendimiento de Antioquia con unos talleres hechos en Comfama. Medellín nos dio también la oportunidad de comenzar en el proyecto con AID FOR AIDS Colombia.

Mi relación con AID FOR AIDS data de 20 años atrás, desde Venezuela. Si quisiera encontrar el sinónimo más parecido a la palabra HÉROES no me queda duda de que es AID FOR AIDS. El trabajo que en esta organización se hace día a día, cada una de las personas que en ella trabaja, los servicios y programas que tiene diseñados, TODOS, con un único pensamiento: SALVAR VIDAS UNA A UNA es lo más cercano que puedes encontrar a ese héroe que vive por lograr la felicidad y el bienestar del otro.

Tanto hay hoy que AGRADECER, mi muchacho ha crecido en un ambiente diferente, ha construido un grupo de amigos colombianos, se ha hecho más independiente, cada día a la hora de comer nuestro pensamiento se llena de agradecimiento y de fe para que en la mesa de nuestros familiares en Venezuela no les falte tampoco el alimento. AID FOR AIDS sigue siendo parte de mi y mi agradecimiento hacia esta organización y hacia todas las personas que en ella trabajan es infinito pues día a día vivo en carne propia el esfuerzo gigantesco que se hace para que otros migrantes como yo puedan alcanzar la salud y el bienestar que han venido a buscar.

La melancolía no se irá, la lágrima que brota al recordar a los tuyos que están lejos y a tu tierra no dejará de brotar, sin embargo esa lágrima también brota en momentos de felicidad cuando ves que gracias a tu labor otros logran las metas propuestas como migrantes, cuando ves que a tu hijo y a los seres que amas les puedes compartir un poco de ese bienestar que en esta tierra hemos alcanzado.

 

Gracias Colombia, gracias AID FOR AIDS.

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