EL SECRETO DEL BOSQUE

 

La única que conocía la verdad de lo que estaba pasando era la Ceiba sagrada del parque. No era cosa de extrañar, sólo que ya nadie recordaba la historia del majestuoso ejemplar, sus 60 metros de estatura y 3 de diámetro hablaban de una larga trayectoria. En sus raíces los Mayas habían colocado la tierra de todos los muertos, en su base, la que habitan todos los seres vivos y en su grandioso follaje, que abarcaba unos 1.600 m2 de superficie, la morada de todos los dioses.

Aquella tarde, el extraño personaje al que llaman DESEO, había visitado su majestuosa sombra. Venía desconsolado, lloraba indetenible y se quejaba por haber quebrado su último antifaz. Su afán habitual le había hecho perder, uno a uno en arrebatos de lujuria, sus 7 mascarines. De no hallar solución a su completa desnudez desaparecería para siempre del mundo de los recordados y viviría sumergido en el oscuro limbo de los desconocidos.

La Ceiba blanca, al ver que sufría, programó un encuentro entre el DESEO y ese al que llaman AMOR. Ella sabía que el AMOR no resistía el sufrimiento ajeno y que al verlo tan triste le encontraría solución.

Llegó entonces el AMOR, abstraído, soñador, regocijado en la belleza de la sagrada Ceiba, a sus pies seguía el indefenso DESEO que no conseguía darle solución a su triste desnudez, el AMOR, sin pensarlo siquiera, sacó una bonita careta y se la obsequió lleno de felicidad.

Desde entonces visita con frecuencia a su adorada Ceiba, en sus viajes se le escucha pregonando, por los caminos luminosos, su copla de conquista y seducción. Su verbo nos atrae, nos incita, nos halaga, nos hechiza y en su embrujo es posible confundirlo y concederse a la mirada penetrante del DESEO escondido tras la máscara del AMOR.

 

 

Johnny Lenin Romero Peralta

Comentarios